Esta pequeña túnica o camisa Chimú (1.200-1.532d.C.) forma parte de varios objetos que acompañaban el entierro de un niño. La camisa está cosida y cerrada en la abertura de la cabeza, lo que indica que no fue usada en vida, si no que sólo acompañó al niño en su tumba. Está decorada con plumas de colores amarillo, azul y rojo, y placas de plata. Llama la atención el contraste de colorido y textura entre las plumas y las placas de plata con la tela de algodón de fondo.
Los colores brillantes de las plumas de los pájaros, especialmente los que habitan en las regiones tropicales, fueron objetos de gran valor para los pueblos americanos. Estas aves, de vivo colorido, eran cazados y mantenidos en cautiverio, para ocupar sus plumas en la confección de distintos objetos como gorros, escudos, abanicos, trajes y adornos.
Para los aztecas, los objetos confeccionados con plumas eran tan valorados como los de oro, plata y jade. Los coloridos pájaros tropicales como el guacamayo, varias especies de loros y el quetzal, eran los más codiciados por sus plumas. Las plumas verdes del quetzal eran utilizadas como moneda de cambio. También eran muy valoradas las plumas de los colibríes, generalmente verdosas y tornasoles. Eran también un símbolo de prestigio, por ejemplo, a los trajes de los oficiales del ejército se le iban agregando plumas a medida que ascendían de rango.
Esta miniatura es una de las ofrendas encontradas en el santuario de la cumbre del cerro El Plomo, en la cordillera de los Andes de Chile central. Debido a las bajas temperaturas que hay en las alturas, tanto la momia como las ofrendas se han conservado intactas durante cinco siglos. Entre los adornos que se encontraron había un tocado de plumas de cóndor, negras y blancas. También había más de treinta objetos distintos, entre los que destacan una bolsa decorada con plumas, y la estatuilla humana de plata que vemos en la fotografía.
Este gorro seguramente perteneció a algún oficial o general Inka en el norte de Chile. Está hecho en técnica de cestería con una estructura de fibra vegetal cubierta con lana de camélido. Este tipo de gorros con diseños geométricos en colores café, blanco, ocre, rojo y verde, es muy común entre los vestigios Inkas encontrados en la región de Arica, y muchos de ellos están coronados con grandes penachos de plumas, algunas veces de parinas (flamenco) o suri (avestruz andina).
Los pueblos de los Andes precolombinos utilizaron plumas para decorar los más hermosos textiles. Era privilegio de los nobles el usar trajes confeccionados con los brillantes colores de las plumas. Cuentan los cronistas españoles que, a su llegada a los Andes, los inkas mantenían grandes depósitos en los que almacenaban plumas, cuidadosamente guardadas con técnicas especiales para evitar su destrucción. Muchas de ellas habían sido recolectadas por muchachos entre 12 y 18 años, a quienes se les asignaba esa responsabilidad. Las plumas se usaron para fabricar abanicos, bolsas, insignias, andas y vestuarios, para adornar paredes y techos de los templos, se empleaban en múltiples rituales y también en los trajes de batalla de los soldados. Una camisa o un manto de plumas se consideraban la posesión más valiosa de una persona. Las plumas también se utilizaban en objetos que acompañaban a los personajes importantes en sus tumbas. En la fotografía se observa un fardo funerario de la cultura Wari con una máscara de plumas que cubría el rostro del difunto.
En la Quebrada de El Médano, muy cerca de Taltal, en el norte de Chile, los antiguos pescadores indígenas pintaron sobre las rocas escenas de cacerías marinas. Hay pinturas de arponeo y arrastre de los animales desde balsas tripuladas por una, dos o más personas. Es impresionante el gran tamaño de las especies capturadas sólo con balsas y arpones. Algunas de las especies representadas en las pinturas son los cetáceos, especialmente el calderón negro, el cachalote y la ballena. También es posible identificar especies como el lobo de mar, el pez espada, el pez martillo y la tortuga marina.
Se llama arte rupestre a las pinturas y grabados que el hombre ha dejado impresos en las laderas de los cerros, en piedras sueltas, a ras de tierra y en paredes de cuevas.
Geoglifos:
Los geoglifos son grandes figuras dibujadas sobre el suelo y en laderas de cerros. Se construyen acumulando piedras más claras o más oscuras que la superficie del suelo, o sacando las piedras, que por contraste con el color del suelo, forman las líneas de la figura.
El Valle del Encanto está a ubicado a 19 kms. de Ovalle, en el Norte Chico de Chile. Es una pequeña quebrada que tiene una gran cantidad de arte rupestre, probablemente realizado por grupos pertenecientes a la cultura El Molle (200 a.C. – 800 d.C.). Muchos de los diseños son figuras humanas, algunos de ellos con grandes máscaras con características de felinos y complejos adornos en la cabeza. Algunos de ellos fueron realizados usando la técnica de grabado (petroglifos) y otros fueron pintados (pictografías). Además se encuentran muchas rocas con “piedras tacitas”, concavidades hechas probablemente para moler granos o los mismos pigmentos de colores usados en el arte rupestre. Se piensa que a esta quebrada acudía la gente del pueblo El Molle a realizar sus ceremonias religiosas.
“La guanaca con cría”, como llaman los arqueólogos a esta pintura, debió ser pintada entre seis y tres mil años atrás, por algún ancestro de los aonikenk o tehuelche Está ubicada en el valle del río Ibáñez, 100 kilómetros al sur de Coyhaique, en la XI región de Chile, en un alero muy alto y de difícil acceso. El hecho de que solo se haya pintado este motivo tan chico en una enorme pared rocosa, lleva a pensar que se produjo en el marco de alguna ceremonia especial, restringida a unas pocas personas y no a todo el grupo.
Rara vez las crías amamantan hacia atrás y quizás la representación de esta situación atípica tuviera algún significado especial. Lamentablemente, nunca lo sabremos. No se conoce ningún otro caso de pintura de una guanaca y su cría en la Patagonia. Por lo general, o se les pintaba en grupos a la carrera y en escenas de caza, o como individuos estáticos.
Las líneas de Nazca son un gigantesco conjunto de geoglifos dibujados en el suelo de las pampas del desierto de la costa sur de Perú. La mayoría está formada por figuras geométricas, especialmente líneas rectas, algunas de varios kilómetros de largo. Otras tienen formas de trapecios, círculos y líneas en zigzag. Un número menor representan inmensas figuras con formas de animales: el mono, el colibrí, el lagarto, la orca. Para realizar los geoglifos se retiraron las piedras oscuras que cubren el suelo, dejando a la vista el terreno natural que es de color claro.
Hay distintas interpretaciones de lo que fueron y significaron estos geoglifos para la gente del pueblo Nasca caminos sagrados, calendario astronómico, centros de culto al agua y a la fertilidad y rutas de peregrinaje. ¿Y tú, para qué crees que fueron hechos estos geoglifos?
Al sur de Argentina, en la Patagonia, se encuentra la Cueva de las Manos, la que tiene en sus paredes hermosas pinturas rupestres. Estas fueron realizadas tanto en el interior como en el exterior de una cueva ubicada en un profundo acantilado. El lugar fue ocupado durante miles de años por distintos grupos humanos. Los primeros habitantes, de hace más de 9.000 años, pintaron escenas de cacerías de guanacos, figuras humanas y manos en negativo. Los habitantes posteriores siguieron pintando manos en positivo y negativo de variados tamaños y colores (rojo, violeta, blanco, negro, amarillo anaranjado, ocre y verde). La gran mayoría de las manos son izquierdas y pertenecen a niños, jóvenes y adultos, tanto de mujeres como hombres.
En el norte de Chile, en la cuenca alta del río Loa, se encuentran escenas de arte rupestre, tanto pinturas como petroglifos. En ellas la imagen humana adquiere un papel principal, y los camélidos y otros animales aparecen en un segundo plano. Algunos personajes llevan un casco emplumando y visten una túnica de forma rectangular. También aparecen individuos con tocados (gorros), cuchillos, hachas y pieles de jaguar. No está claro el mensaje que hay en estas pinturas, que fueron realizadas antes de la llegada de los inka. Algunos arqueólogos creen que estas pinturas están relacionadas con los conflictos bélicos que tuvieron los distintos grupos étnicos que vivían en esta zona, donde el tráfico de gente y de recursos económicos fue muy importante.
En el norte de Chile, en el curso superior del río Loa, fueron descubiertas las bellas pinturas de Taira, ubicadas en las paredes de la quebrada del río Loa. Se estima que las primeras figuras fueron hechas entre el 800 y 400 a.C. Son 28 paneles de arte rupestre, que fueron realizados mediante pintura, grabado o una combinación de ambas técnicas. La mayoría de los diseños son camélidos, algunos de gran tamaño, y también hay gran cantidad de figuras pequeñas de hombres y otros animales, como flamencos, suris (avestruces) y aves fantásticas. Los felinos y zorros son los más escasos.
Las líneas de Nazca son un gigantesco conjunto de geoglifos dibujados en el suelo de las pampas del desierto de la costa sur de Perú. La mayoría está formada por figuras geométricas, especialmente líneas rectas, algunas de varios kilómetros de largo. Otras tienen formas de trapecios, círculos y líneas en zigzag. Un número menor representan inmensas figuras con formas de animales: el mono, el colibrí, el lagarto, la orca. Para realizar los geoglifos se retiraron las piedras oscuras que cubren el suelo, dejando a la vista el terreno natural que es de color claro.
Hay distintas interpretaciones de lo que fueron y significaron estos geoglifos para la gente del pueblo Nasca caminos sagrados, calendario astronómico, centros de culto al agua y a la fertilidad y rutas de peregrinaje. ¿Y tú, para qué crees que fueron hechos estos geoglifos?
Los pueblos andinos utilizaron algodón y lana de camélido para sus tejidos. El algodón es una planta que se ha cultivado desde hace miles de años y que se ha utilizado para tejer.
Las lanas de llamas, alpacas y vicuñas también han sido usada por los andinos desde hace miles de años. La lana de vicuña era la más fina, luego la alpaca y por último la llama. Los inkas utilizaron también otros animales en sus tejidos. ¡Imagínate que el rey Inka usaba trajes tejidos con pelos de murciélagos, considerados muy finos y exclusivos!
Hilar es el proceso para obtener un hilo largo y fuerte. Primero se corta el pelo del animal, del que se obtienen vellones. Éstos se van torciendo usando un palo delgado, llamado huso, formándose hebras finas, que se van uniendo unas a otras, obteniéndose así una fibra larga. En los Andes, desde tiempos antiguos, las niñas pequeñas hilaban mientras cuidaban a sus animales.
Estudios antropológicos en las actuales comunidades andinas han descubierto que los diseños de los tejidos tenían distintos significados y transmitían ideas, conceptos y situaciones. Eran un tipo de escritura que ayudaba a recordar ciertos hechos, y que se transmitía de generación en generación. Algunos motivos registran ideas referentes a la cosmología y a la historia mítica, y los colores tienen distintos significados.
Este tipo de estudios han sido hechos con los textiles de las comunidades Mapuche en el sur de Chile, Tarabuco y Jalq’a, en los Andes bolivianos, y Q’ero de la sierra peruana. Por ejemplo, en el axsu Jalq´a que aparece en la fotografía predominan tonos poco contrastados que aluden a la humanidad que existía antes de la aparición del sol. Además hay seres fantásticos como aves con cuatro patas o seres con un solo ojo que tienen en su interior otros animales. Estos seres también están relacionados al pasado mítico y los Jalq´a creen que son sus descendientes directos.
Uno de los descubrimientos más espectaculares de los Andes centrales fue hecho en la Península de Paracas, costa sur del Perú en 1925. Allí se encontraron 429 momias pertenecientes a la cultura Paracas (700 – 100 a.C.). Cuarenta de ellas estaban enterradas envueltas en mantas, túnicas, turbantes, tocados y otras prendas, todas muy bien decoradas y de muy fina manufactura. Se cree que hacer estos textiles tomó miles de horas a quienes los tejieron. Los textiles paracas son considerados los más sofisticados de los Andes.
Eran elaborados con diseños llenos de colores y representaban temas sobre su sociedad y el medioambiente en que vivían.
El tejido de la fotografía es un fragmento de un manto que envolvía a una de las personas que se encontró en Paracas. Las figuras que aparecen en el manto son orcas con manos y pies de humanos. ¿Qué tiene cada orca en sus manos?
Una cabeza humana con el pelo colgando. ¿Has visto este motivo de cabezas humanas en otras representaciones precolombinas? Búscalas en este sitio.
En los Andes precolombinos, el tejido se desarrolló antes que la alfarería, la agricultura y la vida aldeana. Hace 5000 años se comenzaron a utilizar el algodón y las fibras de los camélidos andinos, como la llama y la alpaca, para la confección de los primeros textiles.
En un inicio, los tejidos eran hechos, utilizando técnicas de enlazado, trenzado y anudado, con simples diseños y del color natural de la fibra ¿Haz hecho alguna vez una trenza? Sólo necesitas lana y tus manos.
La experiencia de cruzar hilos de urdimbre (verticales) y de trama (horizontales) en una misma tela y la búsqueda de nuevas técnicas decorativas, condujeron a la invención del telar, alrededor del 3000 a.C. Con el uso del telar los textiles se volvieron más sofisticados y fueron decorados con una variedad de diseños geométricos y figurativos de mucho colorido. Uno de los primeros telares fue el de cintura, construido con dos palos, uno de los cuales va amarrado a un cinturón que pasa por detrás de la espalda del tejedor. El otro palo se amarra a otro soporte como un árbol o una estaca clavada al suelo. Con el tiempo, fueron surgiendo distintas y complejas técnicas decorativas, y una mayor cantidad de colores y diseños, llegando a ser la artesanía textil una producción muy especializada y de extraordinaria calidad, convirtiéndose en un arte y una actividad que fue ocupando todos los espacios de la vida de estos pueblos.
Los textiles fueron muy importantes para los antiguos andinos. Sirvieron como prendas de vestir, como objetos simbólicos en ceremonias, como objetos de carácter político, y como elementos distintivos de un grupo. Durante el Imperio Inka los textiles fueron utilizados por el estado como símbolos de estatus, como regalos políticos y como ofrendas en los sacrificios y entierros de personajes importantes. En todas las ceremonias las telas eran regaladas, ofrecidas o intercambiadas.
Los inkas realizaron dos tipos de tejidos. Los tejidos finos llamados cumbi, eran hechos de lana de alpaca o vicuña por mujeres consagradas especialmente al oficio de tejedoras del Inka. A algunos de ellos se les agregaba pelos de murciélago, vizcacha o chinchilla. Las telas cubiertas con plumas, láminas e hilados de oro y plata también eran consideradas en esta categoría. Los textiles cumbi incluían además del vestuario, grandes telas para cubrir los edificios importantes o para ser usados como alfombras. El otro tipo de tejido era llamado awasqa, y eran mucho menos finos, realizados y usados por la gente del pueblo.
Después de hilar, los andinos podían tejer con fibras de colores naturales: blancos, beiges, grises y cafés. También podían teñir las fibras con plantas, insectos, moluscos y minerales y después tejerlas. Así podían obtener más de cien colores distintos.
Generalmente teñían las lanas, pero también teñían las telas una vez tejidas. Una de las maneras de teñir una tela era usando la técnica llamada teñido de amarra. Ésta consiste en tomar una tela de color natural, amarrarla y luego teñirla. Las partes que fueron amarradas quedan del color natural, y el resto queda teñido. Esta técnica fue usada por los tejedores de la cultura Nasca, de Arica y de Atacama del norte de Chile, entre otros pueblos precolombinos.
El felino y el cóndor fueron animales importantes en las culturas andinas precolombinas y se representaron en distintos soportes, siendo el textil uno de ellos. Mira con atención este tapiz Wari (550 –1000 d.C. ). ¿Ves algún animal? Si te fijas arriba, en el centro, verás dos cabezas enfrentadas, si sigues el cuerpo de estas figuras verás que son dos felinos rectangulares, cuyas partes posteriores se transforman en alas. Pero esto no es todo. En el interior de los cuerpos de los felinos hay peces y también cabezas de cóndor invertidas. Las caritas humanas que se ven en la parte inferior representan cabezas cortadas.
Este textil fue pintado hace más de 3.000 años, y es probable que sea una de las pinturas sobre tela más antigua de los Andes. Para realizar este textil, primero se tejió en algodón de un solo color, y luego se le aplicó pintura. Mira con atención este textil y verás a un hombre con características de felino. Sus pies, su boca y sus dientes son de jaguar. También se ven serpientes que cuelgan sobre su cabeza y desde su cintura. Esta combinación de hombre-jaguar se encuentra también representada en esculturas y grabados de piedra de la cultura Chavín, lo que nos hace suponer que este personaje formaba parte de las creencias de esta cultura. El hombre-jaguar aún existe en algunos rituales de pueblos amazónicos, en que los chamanes adquieren la forma y poderes de este animal.
Este tapiz Chimú (1200 – 1532 d.C.) probablemente formaba parte de un gran mural, que colgaba en algún templo o palacio. La figura principal es un enorme pelícano que es llevado en andas por varias aves pequeñas. En los Andes las personas importantes también eran llevadas en andas, por lo que este textil podría representar las diferencias de clases y la jerarquía del reino Chimú. Además, el pelícano lleva en su pico un pez y los restos de un pescado en su vientre. Las aves pequeñas también muestran peces, algunas en el vientre y otras en el pico.
Durante la dominación Azteca las ropas de cada pueblo del Imperio tenían sus propios diseños, tejidos, bordados, teñidos y pinturas. Éstas indicaban el lugar de origen y la posición social de cada individuo. Los diseños de los trajes aztecas eran en general geométricos, aunque algunos estaban bordados con motivos de la flora y la fauna local. La ropa era generalmente hecha de maguey, que era un material vegetal duro y poco confortable, pero con las técnicas de tejido lograban que se convirtiera en prendas flexibles y delicadas. Los mesoamericanos además usaban el algodón desde los tiempos de Teotihuacán (1 – 600 d.C.) y quizás antes, aunque no se han conservado muchos registros debido a la humedad de gran parte de la región. Si hubieran existido camélidos como en los Andes, seguramente los pueblos mesoamericanos habrían utilizado sus fibras como lana.
Uno de los centros precolombinos que alcanzó mayor desarrollo en sus expresiones estéticas fue Veraguas, (1400–1500 d.C.) en Panamá. Dentro de la metalurgia se destacan las técnicas para el trabajo del oro. Son muy comunes las representaciones de garzas, monos, tortugas, ciervos, murciélagos, cangrejos, tiburones, sapos, lagartos, serpientes, pez raya y jaguar. Esta pieza es de oro y muestra a un guacamayo en actitud de vuelo. Los espirales que tiene a la altura de las orejas se han encontrado en muchas piezas de pájaros, por lo que se supone hay una relación entre este motivo y el vuelo de las aves.
En América existieron distintas técnicas para trabajar el metal, que fueron desarrolladas por distintas culturas. Una de las técnicas más usadas en la metalurgia andina fue la del laminado. Para esto se utilizó yunques y martillos hechos de piedra volcánica de gran dureza. Todo objeto laminado se empezaba a fabricar a partir de un lingote de metal, que se iba martillando y aplastando hasta lograr una lámina con el grosor y tamaño deseados. A partir de estas láminas los orfebres creaban distintos objetos, como máscaras, sonajas, vasos, etc.
En la cultura moche, de la costa norte del actual Perú, (100-800d.C.) se enterraba a los grandes señores con ricas máscaras de cobre, a las que habitualmente ponían narigueras, tocados de plumas de colores y conchas blancas en los ojos. A través de estas máscaras se pretendía conservar la imagen del rostro del muerto, para que éste siguiera viviendo en la muerte. Además, las máscaras daban un aspecto impresionante al difunto, quien estaba acompañado de un rico ajuar funerario de piezas metálicas. La máscara de la foto, que ahora se ve de color verde, probablemente era de color rojizo cuando fue puesta sobre el rostro del muerto, debido a que al oxidarse, el cobre se pone verde. Es posible que esta máscara tuviera adornos, como conchas y aros, que se extraviaron.
La metalurgia, el arte de extraer y producir metales a partir de los minerales, se desarrolló en los Andes hacia el año 1.500 a.C. en el territorio de los actuales Perú y Bolivia. Luego se extendió hacia Chile, Argentina, Ecuador y Colombia. El oro fue el primer metal trabajado en los Andes, pero el cobre fue fundamental para que el pueblo andino desarrollara una de las tecnologías metalúrgicas más sofisticadas del mundo. El cobre fue la base para las aleaciones (combinaciones) de cobre y arsénico, cobre y estaño, cobre y plata y cobre y oro.
En los Andes los metales no tuvieron un uso utilitario en la guerra y el transporte, como en el resto del mundo. Los metales desempeñaron un papel importante en los ámbitos simbólico y ritual. El brillo y color de los metales eran propiedades muy valoradas por los pueblos andinos. Algunos de los objetos metálicos fabricados fueron: narigueras, aros, pectorales, tocados, insignias de mandos, máscaras, figurillas, recipientes, campanas, sonajeras, pinzas etc., las que servían para comunicar información religiosa, política y social.
Para los inkas el oro representaba el sudor del sol, y la plata las lágrimas de la luna. Una de las cosas que más impresionaron a los españoles que llegaron a los Andes, fue la elegancia y riqueza de los palacios y templos Inkas. Según cuentan los españoles, había jardines de la realeza llenos de plantas, flores y animales de tamaño natural, todo modelado en oro o en plata. Durante el imperio Inka los metales jugaron un papel importante como elementos que ayudaron a crear y reforzar las diferencias sociales al interior de las comunidades. El Inka hacía regalos a los dirigentes locales, que consistían en diversos objetos metálicos utilitarios y de prestigio, tales como espejos, pectorales, tumi o cuchillos, prendedores o tupu, adornos e insignias. Estos objetos de bronce, plata u oro, eran usados como signos de poder político y de lealtad hacia el Inka. Muchos de estos objetos acompañaban a su dueño a la otra vida.
Alrededor del año 1000 a.C., el arte de la metalurgia comenzó a expandirse desde los Andes de Sudamérica hacia el norte del continente. A través de las rutas de comercio, pasando por Panamá y Costa Rica, este arte llegó a México. Allí, alrededor del año 1000 d.C., los mixtecos de Oaxaca desarrollaron los primeros centros metalúrgicos, donde produjeron objetos de cobre y bronce. Estos orfebres fabricaban piezas en que combinaban el oro con cristales, turquesas y jade. Ellos fueron quienes llevaron el arte de la metalurgia a Tenochtitlán, la capital Azteca. Al igual que en Sudamérica, fundían los metales en hornos que calentaban soplando con tubos, como muestra la imagen de un códice Azteca.
Los primeros objetos de cobre en los Andes se fabricaron de cobre nativo. El cobre nativo era fácil de extraer y podía ser directamente martillado para obtener láminas con las que se hacían distintos objetos. Como el cobre nativo era escaso se dieron cuenta que el cobre también se encontraba en la tierra con menor pureza. Era extraído y llevado de las minas a los lugares de fundición, donde se construían hornos de piedra llamados huairas (viento, en quechua), ubicados en lugares despejados o en altura para aprovechar el viento que levantaba la temperatura y permitía fundir el mineral. Las altas temperaturas que superaban los 1000°C podían obtenerse también soplando las aberturas de los hornos con unas largas cañas. En la fundición se separaba el cobre de los otros minerales, y con moldes de piedra o cerámica se producían ya sea, lingotes que eran utilizados para fabricar diversos objetos o la pieza con la forma definitiva.
En el noroeste argentino, las culturas Aguada y Santa María fabricaron discos metálicos, algunos de los cuales tienen más de 30 cm de diámetro y casi 3 kg de peso. La mayoría tiene decoraciones en relieve, con motivos de serpientes, felinos, rostros humanos y figuras antropomorfas. En algunos casos, se aplicaron pinturas sobre parte de los motivos. No se sabe el uso y el significado de estos discos, pero algunas perforaciones en los bordes indican que seguramente se colgaban. La forma de los discos, las decoraciones de cabezas cortadas y felinos, junto a la importancia del brillo en los Andes hacen suponer que eran usados en rituales asociados al sol.
El disco de la fotografía es de bronce estañífero (cobre con estaño) y está decorado con un personaje que tiene un tumi a cada lado.
La metalurgia de la región de Diquís, (900-1.550 d.C.) en el litoral pacífico de Costa Rica, produjo cientos de joyas: pendientes, diademas, collares, máscaras y adornos para ser aplicados sobre la vestimenta. Los arqueólogos creen que las figuras de oro del período Diquis tardío representan animales especialmente seleccionados por sus conductas predatorias. Es el caso del lagarto, un habitante de los ríos, un cazador implacable. Este lagarto bicéfalo aparece marcado por la ferocidad y es representado con una serpiente atrapada entre sus fauces. Esta pieza, que puede estar relacionada al tránsito entre la vida y la muerte, está hecha de cobre y oro, es decir, tumbaga.
Hace más de cinco mil años, los antiguos aldeanos de la cultura Valdivia de Ecuador fueron uno de los primeros americanos en inventar la cerámica. Algunas piezas cerámicas, utilizadas en la vida cotidiana, fueron decoradas con incisiones y grabados, o pintadas con pigmentos minerales. Siglos más tarde, los alfareros Valdivia comenzaron a fabricar figurillas femeninas, las más antiguas de piedra y luego de barro. Éste fue el primer arte escultórico de América. Se piensa que estas figurillas eran regaladas a las niñas en las ceremonias en que iniciaban su vida como adolescentes y que estaban relacionadas a la fertilidad y a la salud.
La arcilla es un tipo especial de tierra que al mezclarse con agua y otras sustancias, como vegetales o arena, se transforma en greda o “pasta”. La greda se trabaja con diferentes técnicas para dar forma a vasijas u otros artefactos. Después de fabricada la vasija, se cuece con fuego. De esta manera la greda se transforma en cerámica, dura y resistente, con la que se puede cocinar y guardar líquidos.
Las técnicas para hacer cerámica que desarrollaron los pueblos precolombinos fueron varias. Al parecer la más antigua fue la técnica del modelado, que consistió en tomar un trozo de pasta, presionando sobre ella con la mano hasta transformarla en un recipiente.
La cerámica comienza a aparecer en distintas culturas precolombinas alrededor del año 2000 a.C. Durante la época de la cultura Olmeca, se fabricó cerámica para uso diario y ritual, utilizando colores negro, blanco y rojo: botellones, vasos y otros objetos con formas de animales, aves o peces. También realizaron figurillas huecas o sólidas representando mujeres, acróbatas, jugadores de pelota, etc. Un tipo muy característico de cerámica Olmeca es la conocida como “cara de guagua”, que tenía ojos rasgados y dientes de jaguar (ver fotografía). Se han encontrado varios cientos de estas cerámicas y no se sabe cuál era su función. Usualmente, estos rostros tienen dientes, lo que indicaría que las guaguas representadas tenían más de un año de edad. Las características felínicas de sus ojos y dientes hacen pensar que se trata de representaciones fantásticas relacionadas con este poderoso predador.
Los mayas fueron grandes y excelentes alfareros. Durante el período de su mayor desarrollo cultural, son característicos los vasos, las escudillas y los recipientes para quemar incienso. En este período se comienzan a pintar las cerámicas con dos colores y luego con muchos más. Los adornos, pinturas y grabados incluían seres humanos y animales, y junto a ellos aparecen símbolos o glifos mayas.
Muchas piezas, en su mayoría hechas con molde, representan distintas figuras: jugadores de pelota, comerciantes, nobles, animales, instrumentos musicales, etc.
La cultura Moche (1- 700 d.C.) se desarrolló en la costa norte del Perú. Este pueblo desarrolló una cerámica extraordinaria, de gran naturalismo, en que encontramos representadas Muchas de las actividades humanas, desde lo religioso hasta la guerra, desde lo sexual hasta la caza. La cerámica Moche generalmente se producía en serie, mediante el uso de moldes que proporcionaban una forma básica. Sin embargo, cada pieza era única, pues sobre esa base inicial el especialista modelaba, grababa, pintaba a dos colores y realizaba el acabado, dando a cada pieza un aspecto particular.
En los valles costeros al sur del Perú floreció la cultura Nasca (100 a.C.-700 d.C). Su cerámica es una de las más finas del antiguo Perú. Los alfareros emplearon arcillas muy puras y gran variedad de colores en su decoración, que eran aplicados antes de la cocción de las piezas. En ellas se modelaron animales, vegetales y personajes de sus creencias.
La forma más característica de vasija es la botella de dos golletes y asa-puente, decorada con colores y con la superficie intensamente bruñida. Usaron una variedad de pigmentos naturales para producir una rica paleta cromática. Se han contado hasta 16 colores, más que en cualquiera tradición alfarera de América precolombina.
En esta botella se aprecia parte de la variedad cromática utilizada en la decoración de una escena de hombres corriendo sin sus cabezas.
Los artesanos Inkas se caracterizaron por producir gran cantidad de vasijas con formas muy estandarizas, es decir, siguiendo un tipo de diseño establecido por el Estado y que el Imperio se encargó de difundir por todo su territorio como señal de su conquista. La forma más típica es el aríbalo o maka, (ver fotografía), pero también son comunes unos platos extendidos o escudillas con un asa y una cabeza de animal, por lo general de ave. Las vasijas eran decoradas con diseños de vegetales, animales y figuras geométricas. Los colores más usados por los ceramistas Inkas son el negro, el blanco y el rojo. Los aríbalos eran grandes vasijas usadas para guardar chicha, una bebida alcohólica hecha de maíz, que era consumida ritualmente en las fiestas y celebraciones.
En la sierra norte del área Andina se desarrolló la cultura Chavín (1000-400 a.C.) que tuvo gran influencia en la zona. Sus alfareros fabricaban piezas con arcilla, imitando el aspecto de la piedra. En sus cerámicas representaron animales (felinos, serpientes y aves) y vegetales como chirimoyas. Por lo general, cuando se modelaba a un ser humano o animal se pulía la pieza hasta que quedara brillante, mientras que cuando se representaba a un vegetal, se la dejaba opaca o con texturas.
Los alfareros Chavín comienzan a fabricar vasijas con el asa (mango) en forma de estribo, un rasgo que será característico y común en la mayoría de las cerámicas de otras culturas andinas posteriores, como lo muestra la pieza de la fotografía.
Los alfareros del pueblo Diaguita (Norte Chico de Chile, 900-1500 d.C.) fueron hábiles ceramistas. Las formas cerámicas que realizaron fueron vasijas, jarros, platos y urnas funerarias, decoradas con dibujos geométricos de líneas, puntos, triángulos, formas escaleradas, ganchos, espirales, diseños en ondas y en zig-zag, en colores negro y rojo sobre fondo blanco. Algunas de las vasijas tienen formas humanas o de aves, felinos y camélidos. La mayoría de las cerámicas han sido encontradas como ofrendas en las tumbas de los cementerios de la región.
En la costa de Ecuador, alrededor del año 1000 a.C. surge la cultura Chorrera, un pueblo que se dedicaba a la agricultura y vivía en aldeas. Los ceramistas chorrera lograron un alto nivel de calidad en sus trabajos. Las superficies eran pulidas hasta lograr un brillo parecido al de un espejo, y las paredes de las vasijas fueron trabajadas hasta alcanzar un grosor muy fino. Ellos fueron los primeros en crear botellas con forma de pájaro que incluían un silbato que imitaba el canto del ave. Sus obras de cerámica reproducen de manera muy natural vegetales, animales y personas.|
Hace más de cinco mil años se inventó la cerámica en América, convirtiéndose, con el paso del tiempo, en una de las expresiones artísticas más populares y desarrolladas del continente. ¡Cómo no maravillarse cuando vemos objetos de cerámica fabricados por el hombre hace miles de años: animales y frutas, rostros y cuerpos, jarros y urnas funerarias, dioses y guerreros; objetos llenos de detalles, llenos de delicadeza! Antiguamente, cuando la gente necesitaba recipientes, los fabricaba de piedra, de madera o utilizaba frutos y vegetales como las calabazas. Posteriormente, los primeros agricultores y aldeanos descubrieron que con la arcilla podían fabricar muchos utensilios de uso doméstico, que al cocerse en un horno, se ponía dura y resistente al agua y al fuego. Así, con un poco de barro y mucha creatividad, los artesanos indígenas dieron vida a un sin fin de objetos a través de los cuales recrearon e interpretaron el mundo.
Desde sus comienzos, los objetos cerámicos han acompañado al hombre en su vida cotidiana: ollas, jarros, platos, vasos. Pero también se realizaron cerámicas de confección más fina y elaborada, con hermosas formas, diseños y pinturas, que fueron utilizadas en el ámbito ritual, como lo muestra esta pieza de la cultura Jamacoaque, costa central de Ecuador (600 a.C.-400 d.C.)
El sentimiento de derrota y desolación que sintieron los pueblos mayas con la conquista española quedó escrito en el Libro Chilam Balam de Chumayel. Este poema fue escrito cuando fueron derrotados finalmente después de casi 20 años de lucha:
Entonces todo era bueno
y entonces los dioses fueron abatidos.
Había en ellos sabiduría.
No había entonces pecado…
No había entonces enfermedad,
no había dolor de huesos,
no había fiebre para ellos,
no había viruelas…
Rectamente erguido iba su cuerpo entonces.
No fue así lo que hicieron los dzules
cuando llegaron aquí.
Ellos enseñaron el miedo,
vinieron a marchitar las flores.
¡Castrar al sol¡
Eso vinieron a hacer aquí los dzules.
Nos cristianizaron,
pero nos hacen pasar de unos
a otros como animales.
Dios está ofendido de los chupadores.
En el mundo mapuche la capacidad de hablar bien, de expresar correcta y hermosamente los pensamientos es un arte muy importante. Los poemas no son recitados, si no cantados. Hay poemas relacionados al mundo de lo sagrado, llamados tayul, que cantan las machis en sus ceremonias invocando a los espíritus. Hay otros relacionados a la vida cotidiana, al amor, la historia, la filosofía, son los llamados gul. Actualmente hay varios poetas mapuche que han sido reconocidos por su obra poética a nivel internacional.
Entre la nobleza Inka había gran interés por el arte. Existían los amautas, que eran filósofos, consejeros, historiadores, y autores de obras de teatro, comedias y tragedias, que eran presentadas en solemnes fiestas ante los reyes y la nobleza. Los amautas tenían la misión de memorizar la historia del imperio y de conservar y difundir las tradiciones. Eran además quienes componían los himnos para los dioses, llamados jaillis.
También existían los arawikus, que eran los poetas que creaban los cantos populares, de amor, felicidad o dolor.Estos poemas se llamaban arawis. Todo este conocimiento era guardado en la memoria y trasmitido oralmente.
Debido a la importancia que se daba al canto y a la poesía entre los aztecas, existía una escuela especialmente dedicada a su enseñanza, el cuicacalli o casa de canto, una especie de academia de bellas artes. Existían poemas que hablaban sobre el sentido de la vida y la muerte, poemas para los dioses, poemas sobre el amor y la belleza, y poemas que guardaban la historia del imperio. En las casas de los nobles habían poetas-cantores que se encargaban de componer y relatar las proezas de sus antepasados, sus batallas, victorias, y sus linajes, etc. Todo era guardado en la memoria, y también improvisado. La poesía era tan importante entre los aztecas, que el rey debía tener tres atributos: ser rey, ser poeta, y ser sacerdote.
Se conocen unas treinta campanas como la de la fotografía, todas encontradas en el noroeste de Argentina. Fueron hechas por los miembros de la cultura Santa María, entre los años 1200 y 1470 d.C. Son de bronce y es común que tengan dibujos de cabezas cortadas, tal como se aprecia en la parte inferior de esta campana. Debido a ello se cree que estaban relacionadas a los rituales de sacrificio en que cortaban cabezas, una práctica común en las culturas andinas prehispánicas. El sonido de las campanas es bastante potente, escuchándose algunas de ellas hasta a un kilómetro de distancia.
Los moche (costa norte de Perú, 1-700 d.C.) desarrollaron la metalurgia y crearon verdaderas obras maestras, como máscaras, adornos, objetos rituales, etc. También hicieron sonajas metálicas, de un sonido fuerte y penetrante, como las que usaban los guerreros colgadas a la cintura, o de un sonido suave y brillante, como las que ponían sobre los bastones de mando de los dignatarios y cetros de los chamanes.
El siku, también llamado zampoña, es la “flauta de pan” típica de los Andes, y tiene su origen en algún lugar de los Andes Centrales (Perú, Bolivia) hace más de 7.000 años. Es el instrumento musical más importante de las sociedades prehispánicas y se han encontrado gran cantidad de ellos desde Panamá hasta el norte de Chile. Está construido con cañas de distintos tamaños que al ser soplados dan sonidos distintos. Tiene una manera de ser tocado muy especial, de a pares. Cada instrumento tiene algunas notas y para tocar una melodía dos o más personas deben ponerse de acuerdo y tocar alternadamente las notas que correspondan. Los sikus se tocan en orquestas llamadas sikuriadas, formadas por entre 10 y 250 músicos. Es común que en las fiestas rituales aymaras del norte de Chile y de Bolivia se encuentren varias de estas bandas y toquen simultáneamente, en una especie de competencia sonora, para ver quien toca mejor y más fuerte.
América era antes de la llegada de los españoles un continente en que su desarrollo musical estuvo marcado principalmente por las flautas. Había flautas de cerámica, piedra, madera, caña y hueso, y de muchas formas (simples, dobles, triples, cuádruples). Ellas fueron los instrumentos musicales más importantes. Un tipo especial de flautas son las antaras, que fueron inventadas en la costa sur del Perú por los músicos de la cultura Parakas, hace más de 2.000 años. Estas flautas eran de cerámica y consistían de varios tubos de distinto tamaño pegados uno al otro. El diseño interior de cada tubo tenía diferentes diámetros, lo que les permitía obtener un acorde disonante, muy preciado por la estética de los pueblos sur andinos. Se han encontrado gran cantidad de estas flautas en las culturas Parakas, Nasca, Tiwanaku, San Pedro, Diaguita y Aconcagua. En la zona que habitó la cultura Aconcagua, en el centro de Chile, se continúa usando un tipo de estas flautas llamada “flauta de chino”, la que desciende de las antiguas antaras, y conserva el mismo sonido precolombino.
Las enormes conchas de los caracoles strombus tuvieron un gran valor ritual y simbólico para las culturas andinas. Fueron utilizadas para fabricar trompetas cortas y también se reprodujeron elaboradamente en cerámica. Estas trompetas producen graves y potentes sonidos, y probablemente se tocaban en rituales de fertilidad agraria, acompañando los sonidos del mar, la lluvia y el trueno. También se usaron en la guerra, seguramente para amedrentar a los enemigos. El uso de los caracoles se ha mantenido hasta la actualidad, y puede observarse en algunos pueblos andinos para la celebración de carnaval.
En la fotografía se puede ver una copia en cerámica de un caracol strombus, hecha por los alfareros Moche, quienes con mucha maestría los reproducían, incluso haciéndoles el espiral interno.
El o la chamán mapuche canta invocando a los espíritus, acompañado del golpe de su kultrún, tambor que sitúa muy cerca de su rostro, para que la gran intensidad de su sonido haga vibrar su cuerpo hasta hacerlo entrar en trance. Entonces puede comunicarse con los espíritus y preguntarles por la causa de la enfermedad que aqueja al paciente y el remedio que deberá administrarle. El kultrún es un instrumento mágico, y en su superficie está pintado el diseño simbólico del universo, por el cual el chamán viaja cada vez que lo toca. En su interior tiene plumas, semillas, piedras de poder y la voz de la machi, quien ha gritado en su interior antes de poner el cuero.
La música era un elemento muy importante en las fiestas y actividades religiosas aztecas. El Teponaztli es un tambor de madera que se usaba en ceremonias, y era importante en la enseñanza de los jóvenes sacerdotes. Este tambor está hecho de un tronco del árbol teponaztli ahuecado, y tiene dos lengüetas que se percuten con palillos terminados en caucho. Este hermoso ejemplar está finamente tallado con un ser acuclillado con características humanas y animales.
Los aztecas hacían grandes rituales colectivos para honrar a sus divinidades, y en ellos la música y la danza eran fundamentales. Dedicaban mucho tiempo a los ensayos para que sus danzas y músicas fueran perfectas. Así lo cuenta un español que hace 500 años estuvo en uno de esos rituales:
“…a pesar de que a veces concurrieran tres mil, a veces cuatro mil o más hombres, todos cantaban el mismo canto con la misma voz y con la misma danza y compás del cuerpo, y de cada una de sus partes, respondiendo y concertando con los temas mismos en modo maravilloso…”
Nadie podía fallar un movimiento en la danza o un sonido en la música, pues esto perturbaría a los dioses, quienes, atentos y regocijados, escuchaban y observaban a sus criaturas. El castigo por esa falta podía llegar incluso a la muerte.
¿Te imaginas lo impresionante que debe haber sido estar en Tenochtitlán y encontrarse con miles de personas vistiendo hermosos trajes con plumas, pieles de jaguares y cuerpos pintados? Imagina a todos cantando y danzando en medio de las pirámides, mientras sobre una de ellas le sacaban el corazón a un prisionero y lo ofrecían a los dioses.
Los músicos y artesanos de la cultura Chorrera de Ecuador, inventaron las “botellas silbatos”, que son vasijas de cerámica con un complicado sistema de sonido. La pieza de la fotografía es una botella doble. Sus dos cuerpos están conectados por un delgado conducto y unidos por un asa, llamada por su forma, “asa puente”. Para que suene el instrumento, hay que echarle agua e inclinarlo, entonces la presión del agua hace sonar un silbato muy agudo, penetrante y continuo, reproduciendo de esta forma los trinos y gorjeos del ave representada sobre el techo de la casa. Cuando varios jarros se tocan juntos se produce una combinación de sonidos armónicos, que crean melodías fantasmas ¡que nadie está tocando! Se cree que estos jarros eran utilizados para rituales y ceremonias y que su sonido inducía a los participantes a alcanzar un estado de trance.
La música en el mundo precolombino se encontraba presente en todas las ceremonias y actividades, incluidas la guerra y la cacería. Cumplía una función muy importante en el chamanismo pues a través de sus melodías repetitivas era posible conseguir el estado de trance necesario para la comunicación con los espíritus. Por supuesto, existía también la música tocada por el placer estético y para la entretención.
En América se tocaba un estilo de música muy distinta a la europea, que es la que tradicionalmente escuchamos en la actualidad. En este continente había otro sistema estético, otros gustos, otros parámetros culturales. Por ejemplo, dos zampoñas muy bien afinadas según el criterio andino, están desafinadas para el criterio de la música europea. En América precolombina no era tan importante la melodía ni el ritmo, si no el timbre, es decir, el sonido del instrumento. Se tocaban melodías repetitivas, por eso los españoles las encontraban monótonas.
El arte de la cestería se desarrolló en Mesoamérica desde tiempos muy antiguos. En los lagos de las tierras altas existían grandes cantidades de fibras vegetales que les sirvieron para realizar cestos Los mesoamericanos usaron fibras de las hojas de palmas, cactus y especialmente las hojas del maguey. En el mercado Azteca de Tenochtitlán se usaban y vendían canastos de muchas formas y tamaños, para transportar productos, almacenar granos y guardar todo tipo de comidas. Los cestos más finos eran usados para guardar objetos de valor como joyas. También existían los tejedores de esteras llamadas petlatl. Las esteras eran muy usadas tanto en las casas de los nobles como en las de la gente común, donde las actividades se desarrollaban en el suelo. La imagen del códice muestra una ceremonia de matrimonio que se celebra sobre una estera.
Los pueblos del extremo sur de América (kawashqar, aonikenk, selk´nam, yámana) tenían muy pocos bienes materiales. No conocían la cerámica, ni la metalurgia, ni los textiles. Sin embargo, desarrollaron con gran maestría la técnica de la cestería. Hicieron canastos de variadas formas, tamaños y técnicas en los que almacenaban y transportaban sus alimentos y cosas. Los canastos de la fotografía fueron hechos por artesanos kawashqar durante el siglo XIX.
Hay muchas técnicas para realizar cestería. Una de ellas es la técnica de espiral. Muchos de los cestos encontrados en el norte de Chile están hechos con esta técnica, que es una de las más simples y antiguas. Se necesitan dos materiales vegetales, uno más consistente, que sirve para formar el esqueleto o interior del canasto, y el otro, muy flexible, que envuelve el esqueleto. Se comienza con un pequeño disco, que es el centro del canasto, y luego se avanza en forma espiralada hasta completar el cesto. En la fotografía se muestran unos cestos del período formativo del norte de Chile (500-200 a.C.).
Desde tiempos muy antiguos, miles de años antes de la introducción del hilado y tejido de lana y algodón, los habitantes del territorio andino utilizaban diversas fibras vegetales para fabricar sus objetos. Son muy pocos los cestos precolombinos que se han conservado hasta la actualidad, debido a que los materiales con que fueron hechos se descomponen con el paso del tiempo. La cestería más antigua que se ha registrado en los Andes es de hace 10 mil años, encontrada en la sierra del Perú.
Para los trabajos de cestería, cada pueblo utilizaba los materiales que tenía a su disposición: fibras largas que obtenían de pastos, raíces, bambúes, juncos, cortezas de árboles y otros. Son muchas las fibras vegetales que pueden usarse para realizar cestería. Lo importante es saber cómo.
Uno de los objetos de cestería más comunes que realizaron los antiguos americanos fueron canastos de todo tipo de formas y tamaños, que servían para almacenar y transportar cosas. Además fabricaron cunas de guagua, sandalias, esteras, peinetas e incluso grandes canastos donde enterraban a sus muertos (como en las culturas Parakas, del sur de Perú y Faldas del Morro, en el norte de Chile).
El arte de la cestería se desarrolló en Mesoamérica desde tiempos muy antiguos. En los lagos de las tierras altas existían grandes cantidades de fibras vegetales que les sirvieron para realizar cestos Los mesoamericanos usaron fibras de las hojas de palmas, cactus y especialmente las hojas del maguey. En el mercado Azteca de Tenochtitlán se usaban y vendían canastos de muchas formas y tamaños, para transportar productos, almacenar granos y guardar todo tipo de comidas. Los cestos más finos eran usados para guardar objetos de valor como joyas. También existían los tejedores de esteras llamadas petlatl. Las esteras eran muy usadas tanto en las casas de los nobles como en las de la gente común, donde las actividades se desarrollaban en el suelo. La imagen del códice muestra una ceremonia de matrimonio que se celebra sobre una estera.